Hans Braumüller se define como artista que traspasa los límites entre las diferentes disciplinas: pintura, arte-correo, poesía visual, poesía y arte en red.
Pinto, luego existo
Statement de Hans Braumüller, 1997. Rev. 2013, Hamburgo.
Me percibo como mestizo cultural. Junto a la pintura me dedico a la gráfica, la poesía visual, las instalaciones, arte en red y multimedia. Intento en esto mantenerme fiel a mis raíces latinoamericanas, trabajar desde la intuición y no desde el concepto: mis pinturas surgen durante el proceso de formación, encontrando un sentido en ese mismo proceso.
En mi pintura se trata de filtrar todo lo superficial, decorativo y anecdótico de mi lenguaje visual. Algunas de mis pinturas surgen de recuerdos, estudios de paisaje, excursiones por América del Sur, conteniendo elementos autobiográficos. Otras son expresión del intento de vertir pensamientos en imágenes.
En esta búsqueda de la imagen hago uso de un substrato común a todas las culturas: el paisaje y su espacio. Sin embargo, son paisajes interiores, llenos de subjetividad y del inconsciente. Una visualización, que se mueve entre naturaleza y civilización, entre el yo y el mundo, entre la conciencia y el inconsciente.
Mi inspiración la derivo de la naturaleza, los paisajes primordiales y del sentimiento de vida indígena, ser parte de un todo. Una actitud que percibe la naturaleza no como entorno, sino como vida.
Pinto fragmentos de color de los más diversos aspectos, en los cuales aparecen símbolos arcaicos, signos y seres humanos, mezclados con la profundidad de un espacio lírico, que aparece estar a la vez lejos y cerca, en el pasado y presente. Algunas veces, un espacio quebrado e ilógico, que se construye a diferentes niveles. Estos fragmentos muestran el presente de un alma arcaica, quien ya no se reconoce en las estructuras y los procesos altamente desarrollados.
Mi creación es un anhelo por encontrar una forma personal de un arte que supera los límites, como un puente entre las culturas y los tiempos. Por esto es importante para mí que a personas ajenas al arte, como también un niño, se sientan tocados por mi obra. Por ello empleo elementos simples, como por ejemplo árboles, rostros, siluetas humanas, piedras, como entradas a mundos de pura abstracción y filosofía.